Por Seminario #Otrasformasdeexistir
Sesión 8, 20 de octubre, 2020
Bárbara Santos, artista colombiana, inicia su presentación con un video titulado El sonido de las piedras subterráneas, en el cual escuchamos el canto de las piedras a través de una combinación de sonidos provenientes del páramo y la región del Putumayo (sur de Colombia). A continuación, Santos presenta la introducción de su libro “Curación como tecnología” y hace un reconocimiento a la Guardia Indígena, un grupo de cuatro mil indígenas que se desplazó desde el suroccidente colombiano hasta la capital de este país, Bogotá.
Santos señala la ubicación geográfica de México, Colombia y la selva amazónica, indicando los 6 países que la contienen. Nos presenta a la amazonía como un cuerpo vivo que nace en lo alto de los Andes, atravesado por la frontera de seis países: el saber de los pueblos ancestrales reconoce la continuidad del territorio amazónico como algo que se extiende entre cuerpo, casa y selva. Luego narra su conexión con el Amazonas, los vínculos y tensiones que surgen entre el conocimiento ancestral y el académico, así como los lugares donde ha trabajado: los departamentos del Putumayo y el Vaupés. La selva se presenta luego como un lugar complejo, atravesado por la deforestación que contrasta con zonas de reserva forestal, amenazado y a la vez resiliente. De acuerdo con esto, la selva, quienes la cuidan y su conocimiento son contemporáneos y su defensa, urgente. A continuación, Santos hace un contrapunto de imágenes entre la cuenca del Amazonas y el Lago de Texcoco, relacionando ambos territorios con nuestros propios cuerpos vivos. Para ello, lee algunos partes del libro de Adriana Salazar, “Enciclopedia de las cosas vivas y muertas”, donde el texto presenta afectaciones que podrían situarse sobre ambos territorios. Salazar señala la inoperancia de las fronteras, incluyendo aquellas que separan las ciudades de las zonas rurales.
Santos rescata la labor de indígenas y científicos en relación a los impactos que tienen ciertos fenómenos desde lugares muy alejados del globo terrestre: la humedad del océano que viaja hasta el bioma amazónico; las nubes que se forman en la selva, suben a los páramos y originan los ríos. En seguida, indica la relación que establecen los saberes ancestrales entre la corporalidad y el territorio, el saber que guardan las semillas y las plantas, así como otras materialidades como las plumas de las aves. Luego regresa a su libro “Curación como tecnología”, para referirse al proyecto “Houses in the forest: the forest in a house”, realizado con Reinel Ortega, sabedor indígena del Río Pirá Paraná, y el antropólogo Stephen Hugh-Jones. En este se muestra cómo la Maloka funciona en relación a lo micro y lo macro: un contenedor dentro de otro, que va desde el cuerpo hacia la Amazonía.
Según el pensamiento indígena del Amazonas, desde su origen, Occidente fue expulsado de su territorio. Sin embargo, ha causado tal deterioro, que los sabedores no pueden hacer solos el trabajo de limpieza. ¿Cómo negociar el “adentro y el afuera” de la selva, comprender que estamos juntos por necesidad? En ello se refiere a su proyecto “Cuenco de cera” y nos explica que la oratoria es una lengua primigenia que condensa conexiones entre cuerpo y territorio, y que por ello no se da al intelecto sino al sentir.
Para concluir, Santos relaciona su trabajo al del artista mexicano, Eugenio Tisselli, con quien coincide en el deseo de comprenderse según los territorios y “los cuerpos que somos colectivamente”.
Salazar menciona ese conocimiento pre-humano que estaría presente en elementos o cuerpos más que humanos de las prácticas ancestrales. Santos señala una escisión entre nuestro cuerpo y otras colectividades vitales, producto de la “comodidad extractivista”. La ingesta de semillas y plantas, por ejemplo, permite una experiencia potente en relación a ese conocimiento previo a lo humano.
Posteriormente inicia la conversación con los integrantes del Seminario, a partir del ejercicio de selección de palabras o frases de “Curación como tecnología”:
Orden (GF). Santos menciona nuestra tendencia a comparar saberes, invitándonos a no intentar atrapar el pensamiento ancestral en nuestras propias formas. Según los sabedores, en el territorio mismo quedó escrita la vida, el conocimiento está en cada elemento y cada elemento tiene una historia compleja.
Kamuro (JP). Un kamuro es el asiento del pensamiento. Es un objeto emparentado con los “estantillos” de la maloca que sostienen el mundo. Kamu es el abuelo médico y el kamuro es su lugar.
Manicuera (AN). La manicuera de una bebida conectada a las actividades de cuidado de las mujeres del Pirá Paraná. Esta se hace con yuca brava, la cual es considerada por las mujeres una ancestra que hace parte de sus vidas y les permite un saber específico. Es una planta que da sostén.
Curación (CR). La elección de esta palabra, presente en varios lugares del texto, se asocia a fenómenos como el ritual y la reciprocidad.
Yüsüri haü (DG). Santos la relaciona a Robertico, indígena Barasana, quien le contó un conjuro que consiste en ponerse un disfraz que les permite protegerse a través del exceso de luz. “El cuerpo guarda rastros de memoria como si fueran estratos geológicos” (CB). Apunta a una relación entre cuerpo y territorio. Es importante entender, por ejemplo, que el esqueje de yuca ha sido el mismo desde el origen del mundo, y que nuestros huesos están hechos de los mismos minerales que nos sostienen. En esa interrelación se configura el territorio y el universo en sí mismo.
Maloka (FS). Santos nos muestra el primero de los libros que editó junto con sabedores del Pirá Paraná: “El territorio de los jaguares de Yurupari”, un libro que no es para entender sino sentir. En este se explica la Maloka: una condensación del universo y del territorio en sus transformaciones.
Salazar establece conexiones entre Brenda Anayatzin Ortiz, la comunidad epupillan mapuche Catrileo+Carrión y el trabajo de Santos, en relación a la traducción de saberes y lenguas indígenas.
Anayatzin Ortiz menciona la diversidad de nombres que puede recibir el Volcán Xinantécatl, e incluso su ausencia de nombre antes del tiempo humano. Reconoce así una genealogía de los nombres. Catrileo resalta cómo con los nombres indígenas aparecen también saberes e historias olvidadas. Nos relata la variación de nombres del Volcán Llaima, en el contexto Mapuche, y nos invita a repensar las ciudades como lugares que se transforman en el tiempo.
Por último, Santos señala que cada lengua tiene un saber propio: "cada vez que una lengua muere, muere un mundo". En la medida en que entendamos una lengua indígena podremos comprender la integración entre territorio y cuerpo, así como la interconexión entre cerros, cascadas y otros cuerpos vivos. En este seminario trabajamos en la traducción para integrar saberes, tiempos y lugares. Cerramos con la imagen de un mapa donde desaparecen las fronteras y aparecen las relaciones.
A continuación, damos paso a la lectura de la relatoría y glosario de la sesión anterior [...]
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