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Memoria 2. Digital Gángsters: psicopolítica, fascismo 2.0, precarización y producción de realidad

Actualizado: 30 nov 2020

Seminario #ElRégimenlive impartido por #SayakValencia.

Sesión 2. 7 de octubre, 2020.

Por Aline Hernández

En la sesión anterior se llevó a cabo una revisión de dos formas de gobierno, a saber, la biopolítica y la necropolítica, con el objetivo de contextualizar el marco teórico que informó el concepto de capitalismo gore desarrollado por Sayak Valencia. Tal como se discutió, la biopolítica, elaborada por el filósofo francés #MichelFoucault, representa una forma de gobierno del estado donde se pone a la vida a trabajar; es una forma de gubernamentalidad, impuesta desde el siglo XVIII hasta nuestros días, que se centra en la regulación, gestión y producción de la vida del cuerpo social. Por su parte la necropolítica, dicho de forma resumida, representa una forma de gubernamentalidad vinculada con el colonialismo, donde la gestión de las poblaciones se da a través de las masacres y mediante técnicas de muerte que tienen por objetivo crear beneficios para ciertas poblaciones, pero también para el estado, como detentador de la necropolítica. La segunda sesión, a su vez, se propuso ahondar en la noción de psicopolítica como forma de superar ciertas las limitantes que presenta la necropolítica y la biopolítica y para explorar, críticamente, algunas de las problemáticas que se desprenden del capitalismo digital como lo son el fascismo 2.0, nuevas formas de precarización de la vida y de producción de realidad.

La noción de psicopolítica se ha puesto en la palestra de la discusión desde 2012-2014 a raíz de las contribuciones hechas por el filósofo #Byung-ChulHan. Han propone que la sociedad contemporánea ha cambiado de paradigma. El esquema inmunológico y el control negativo propio de la sociedad disciplinaria ha sido reemplazado por una sociedad del rendimiento, la cual se caracteriza por un exceso de positividad. La psicopolítica, en este sentido, designa una forma de gobierno de la población y de la psique anclada en el paradigma digital y guiada por el intercambio de información.

Tal como señala Valencia, si bien el concepto ha sido popularizado recientemente, éste no es nuevo, sino que data del siglo anterior. La psicopolítica, nos dice la autora, se remonta al proyecto tecnológico y humanista desarrollado en la Unión Soviética, donde podemos ya encontrar un interés por la producción de subjetividad mediante la tecnología del “brainwashing” con el fin de producir un hombre nuevo. Por otro lado, previamente a Han, encontramos el término en el trabajo de la teórica alemana #AlexandraRau quien utiliza la psicopolítica para problematizar las diferencias que subyacen en el ámbito laboral entre hombres y mujeres. Esto para Valencia resulta fundamental ya que Rau pone un énfasis en la dimensión psíquica de las relaciones de poder y sexo-genéricas.

Por su parte Valencia propone que los orígenes de esta forma de gobierno datan del colonialismo y, en este sentido, puede decirse que el capitalismo digital no ha hecho más que afianzar y recalibrar lógicas de control y apropiación preexistentes. Valencia propone dos momentos claves que nos permiten entrever los antecedentes de esta forma de gobierno.

1. Por un lado, se encuentra la ruptura de la psique creada en el siglo XIX a partir de la construcción de la idea de psicoanálisis. La construcción de un yo interior que le da voz a ciertos afectos, desagregaciones y conflictos internos y que nos da para pensar cosas que antes eran inconcebibles. De modo general, se puede entonces decir que la teoría freudiana pone en práctica una psicopolítica que versa en torno a la institucionalización de un <<yo>> a través de un paradigma de enunciación de la psique.

2. Por otro lado, está la psicopolítica propia del proyecto colonial puesta en marcha por medio de la “conquista espiritual” o evangelización en la población indígena. La religión, tal como propone Valencia, puede entenderse como un aparato psicopolitizador que opera desde un softpower. Esto es porque la psicopolítica colonial se refiere a un gobierno de las emociones que hace que construyamos sentido a partir de las prerrogativas de lo religioso. O, en otras palabras, la psicopolítica colonial construye ciertas afectaciones y deseos, localiza y encausa ciertas precondiciones para digerir información.

La propuesta de Valencia reside en vincular la psicopolítica colonial con la digital. Un ejemplo concreto que da la autora es el resurgimiento del fascismo en la actualidad, pero también la vuelta de ciertos conservadurismos como es el evangelismo en Costa Rica y Brasil. De acuerdo con ella, el pensamiento conservador actúa utilizando un drive o una infraestructura psíquica que ya estaba ahí desde la colonización. Lo que hace este pensamiento es recuperar la figura de la fe en un momento de alta precarización y de incertidumbre como forma de socialización y de construcción de una unidad política. Es decir, mediante proponer una vuelta a un camino teológicamente y teleológicamente correcto, este proyecto ha logrado erigir una nueva idea de pertenencia.

Para Valencia es importante entender cómo la psicopolítica digital en la que estamos inmersos y la psicopolítica colonial de la que venimos programados de base han llevado a cabo una redistribución de la sensibilidad común y cultural. Si bien estas dos formas de psicopolítica que parecen opuestas, no lo son. La psicopolítica digital precisamente recupera ciertos insumos de los afectos de la libido y el cuerpo para gestionar un orden simbólico y político que vuelve a reforzar la división sexo-genérica, la idea de raza y clase, así como la geopolítica, fragmentando la solidaridad y creando nuevas condiciones de precarización material y existencial. La precarización, nos dice, ha producido un debilitamiento del tejido social y ha ocasionado que la solidaridad y la empatía sean desgarradas para con ello instaurar nuevos conservadurismos.

Al respecto de esto, Valencia señala que es importante entender que la participación de poblaciones en este proyecto no siempre se da de manera ferviente; por lo general, se gesta mediante falsos consensos y mecanismos como lo son el polarizar y a la vez ofrecer certeza ante esta incertidumbre. Valencia así propone pensar el conservadurismo como una sensibilidad regresiva a la cual se está tendiendo, incluso desde los movimientos progresistas. Por ejemplo, el hecho de que cierta política de izquierda sea incapaz de abandonar sus privilegios respecto al machismo y al clasicismo es un síntoma de ello.

Esto último es importante, ya que nos habla no sólo de una precarización material sino también simbólica. Por un lado, está la precarización de los insumos del trabajo, desposesión y explotación del cuerpo y del territorio que representan la dimensión más palpable del sistema capitalista. Por otro lado, está la precarización cultural que se hace a través del psicopoder digital. Un ejemplo es la cosmetización extrema de la violencia, pero el psicopoder también opera precisamente desde la captura de sensibilidad hacia lo regresivo, hacia ese lugar donde uno puede cobijarse de cierta certeza frente al miedo en el que vivimos constantemente.

Esto último Valencia lo conecta a su vez con lo post-léxico que es algo que ya se hablaba la sesión pasada. La destrucción de la educación pública y la desalfabetización precisamente facilitan la producción de consensos y la polarización de la sociedad. Asimismo, vemos que esto no es un fenómeno contemporáneo, sino que se remonta al proyecto colonial. Valencia pone como ejemplo de ello la instrucción de poblaciones analfabetas a través de las imágenes y la arquitectura. Sin embargo, con la psicopolítica está dimensión material se está deshaciendo, si bien los sentidos se están desterritorializando nuevamente hacia lo visual y los sentidos que no son visuales se están recolonizando de manera soterrada, esto se lleva a cabo desde lo digital. Es decir, la psicopolítica da también cuenta de una desmaterialización. La recolonización viene a través del aparato libidinal mediante el hiperconsumo, los dividendos patriarcales, y de una serie de prerrogativas que se van a ir extendiendo cada vez más.

Otro de los temas a los cuales estuvo dedicada la sesión fue a la reflexión de una figura fundamental que surge como resultado de esta transformación: los “gánsteres digitales”. Como nos recuerda Valencia, en el viejo uso, el gánster suele referirse a aquel sujeto insubordinado que cuestiona el poder, pero también a través de las actividades de criminalidad que genera capital. De forma similar a como ocurre con el sujeto endriago, podemos entonces decir que el gánster es producto de una resistencia al orden del poder, y a la vez constituye una figura que refuerza el sistema económico-capitalista, cuya dinámica se basa en la explotación y la rentabilización del trabajo.

Valencia propone que los capitalistas contemporáneos y los gánsteres digitales pueden tener dos vertientes. Por un lado, están los gánsteres que utilizan la infraestructura de las redes y del internet para prácticas criminales como lo es la extorsión o los escarmientos, es decir, para cuestiones que tienen que ver con mercados ilegales. No obstante, si bien estos gánsteres lucran y se benefician de la infraestructura de las redes, ellos no son dueños de los medios de producción, es decir, no participan directamente del neoliberalismo digital, sino que lo hacen desde las periferias.

Por otro lado, Valencia plantea que están los grandes lores de la informática y de la industria tecno-militar y científica propias del desarrollo del capitalismo de plataformas tal como lo plantea #NickSrnicek (2018). Estos lores reactualizan las relaciones coloniales ahora en el ámbito de lo digital. Un ejemplo concreto de esto es el programador, empresario estadounidense y creador de Facebook Mark Zuckerberg cuya empresa encarna una nueva forma de acumulación económica en el ámbito de lo digital mediante la extracción de datos. Como bien señala Valencia, empresas como Facebook o Google, lejos de ser una amenaza para la NASA, el pentágono y otras tantas industrias militares, son sus nuevos socios. Son precisamente estas nuevas tecnologías de información que están reorganizando la economía digital y por tanto reactualizando el viejo capitalismo e impulsándolo en esta nueva etapa. (Aquí Valencia apunta a otro aspecto importante que es el hecho de que internet nació de un proyecto militar de Estados Unidos durante la Guerra Fría).

A modo de conclusión se puede decir que la psicopolítica es muy amplia, pero la violencia permanece como una constante durante las diferentes etapas. Psicopolítica digital que es lo que pasa en este momento, en el sentido de que estamos transmitiendo, dialogando y consumiendo en línea, todo mientras el algoritmo captura nuestros hábitos para perfilar y afinar un yo digital. A su vez, la psicopolítica colonial reside en esa tecnología mediante la cual se construye un interior en los sujetos, mediante técnicas discursivas. El discurso así sigue siendo importante.


Aquí tecnología se puede entender como una forma de hacer algo, no siempre vinculada con avances tecnológicos y de gran calado. Particularmente el texto de #UlisesA.Mejías y #NickCouldry (2019) arroja luz sobre esto. Ellos hablan del extractivismo de datos donde el producto, la economía de la atención y las falsas políticas de privacidad de información actúan como agentes para la reproducción de cierto colonialismo, en el cual uno no puede negarse a no ceder su información. Esto da noticia de las transformaciones de la subjetividad capitalística del post-fordismo que es reconfigurada a un yo digital que puede ser hipervigilado e hiperproducido.

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