TRATIABU
Bueno… ¡Ni hablar! Esto es así. Aquí vamos otra vez…
Imaluva es un verbo que quiere decir imaginar cosas nuevas. Grabilerte, también es verbo, y significa hacer reír a la gente con gran habilidad. En ambos casos, como en todo verbo, hay que hacer la diferencia entre el infinitivo y su conjugación. ¿Cuántas veces se los habré dicho? No lo sé… al parecer, no lo suficiente. ¡Puros errores! En todos los escritos, sin excepción: “Pascual y yo imaluva”; “Pascual grabilerte”. Así que antes de poder corregir el párrafo, vamos a tener que regresar al principio.
¡Repitan conmigo!:
IMALUVA: yo ima; tu imalux; él/ella imat; nosotros imalivi; ustedes imalavix; ellos imalah.
GRABILERTE: yo graba; tu grabilux; él/ella grabilat; nosotros grabilivi; ustedes grabilavix; ellos grabilah.
Ahora sí, vamos al párrafo:
“Pascual y yo imalivi porque somos imaginatropolistas” –ojo: imaginatropolis, es singular; imaginatropolistas, es el plural– “Pascual grabilat y tiene el don de curar la feobloresteza porque es un extrabulonador; realmente es una actufaestrella. Yo me expreso ecribilditi musifly” –no olviden que ecribilditi es el gerundio del verbo ecribildung– “porque desde niña me conecto con el extrifico; es algo como parapaz; kashokosho. Tu imalux también, si quieres; de hecho, todos podemos imaluva porque soñariño es algo que todos tenemos.”
Terminamos por hoy. ¿Quedó claro? Eso espero; y si no, cómprense una castuvola y ¡dejen de perder el tiempo!
Adriana J. Vicencio
La gueticamu comenzó
Fue el guetrajo y el roinsedo lo que nos llevó a esta gueticamu. Desde entonces la furra habitó nuestras ciudades y todos nos llenamos de escamiedo. En aquel tiempo noté cómo mi buen cutebot cambió conmigo poco a poco. Una mañana ya no lo encontré. Me había dejado para irse con la liga de humanoides terroristas, el brazo armado de la oposición al régimen de mayoría humana. Después supe por un amigo suyo que ellos lo reprogramaron para transformarlo en un robom, ¡no puedo ni imaginarlo! Llevábamos tantos años juntos compartiendo todo, que casi olvidé que no era humano. Yo creo que llegué a sentir una especie de adolomor. Aunque todos sabemos que muchos compran cutebots o ayubots para la limpieza de la casa, terminan siendo sus amantes. ¡Ay!, es que ahora los hacen taan perfectos. Me pregunto cuándo volverá la pazmorna. En los rincones de mi casa se acumulan las motas de pelusa igual que en mi libídine. Me siento enferma de mordes. Ni una nota de despedida, ni una llamada en meses a pesar de mi mayca por él. Quisiera despedirme antes de que se haga estallar. Resultó igualito a los sincora. No sé por qué te cuento todo esto si lo sabes tan bien como yo, pero es que solo tú puedes ayudarme, mi triirrorjo va cada vez peor. Consígueme una caja de cápsulas pesotri por lo que más quieras. No puedo comprarlas en la farmacia sin receta.
Elpidia García Delgado
Flove
Estoy camoble. Perdidamente. Hasta los tuétanos.
Tengo continuamente este gudulup no lo puedo resistir.
Camoble de un lovildado.
Perro amor es esto que siento.
Parece que lo mío simplemente es un mordes que no tiene descripción.
Han pasado muchos meses ya, y solamente vivo de hamalitris. De continuo me pregunto: ¿Cómo podre salir de aquí?
Nos conocimos sin quererlo una tarde de muchas tardes. Nos encontramos en un estacionamiento, y al mirarnos, tuvimos este jostender indescriptible, ya sabes, con quien te pasa una sola vez en la vida. Maldita sea.
Nos hicimos amantes, viviendo siempre al límite de nosotros mismos, con un adolomor que había que ver, crecía y crecía porque no podíamos estar juntos, de hecho, nunca mencionamos amiritrico. ¿Para qué?. No había necesidad, ambos sabíamos que no tenia sentido.
Yo era una alesauria consumada, y el un alia; pero juntos éramos las actufaestrellas mas grandes que han existido en este mundo, no solo porque éramos mejores personas juntos, sino porque comenzamos un amodo por todo, por todo.
Parecía que lo teníamos resuelto, arrides, viajes, noches inolvidables, pero sobre todo, (y eso era lo máximo) una deseccion inconmensurable.
Realmente yo lo amaba, y creo que el a mi, porque nuestras absol se complementaban en todos sentidos, deseando estar eternifile hasta el fin de los tiempos.
Recuerdo esa noche que nos subimos a la azotea del edificio de nuestro departamento a ver las estrellas. Nos besamos tan apasionadamente que sentí una kashokosho que nunca había sentido con nadie más.
Yo lo mire a los ojos y le dije con el corazón en la mano, que siempre seria su mayca y que tenia mior, porque el era mi único sopopi para siempre.
El sonrió.
Alcanzo a decir que sentía un suar maravilloso, y que ojala tuviéramos una tomikorukasasakisoniraku para sellar esa extrabulonador noche. Aunque al abrazarme dijo apenas susurrante: tengo amnaon. Y me abrazo fortísimo.
Claudia Celis
Morelido del espacio
No me atrevo, no puedo. No quiero ser un sincora enfermo de salorción.
Las samadorcas se han apoderado de mí desde que te fuíste, como una especie de risnocción que sólo te hace más presente. Siento que te fuiste entre las posturas de los olorvados que nos han heredado un mundo al borde del lipcándo.
No quiero y no te merezco. Eres petrina del tiempo, una petrucción entre nuestras formas de ser y ver al mundo. No eres mejor ni eres peor, eres mi transmagia, no mi destino.
He decidido iniciar mi proceso de presangre, porque quiero y puedo. Serás los ojos de mi polimilia ante el miapo de lo que una vez llamamos amor.
La lizadad me ha dicho que me tengo que llevar las flores, canciones y palabras que nos dimos. Me voy, me las llevo a auachiri, y te juro que será para bien; fundaré el kashokosho y por cada larvesteor que veas a través de tu ventana, un susurro en forma de recuerdo te dirá “mimu”.
Carlos Armando Gónzalez
Apología para la impotencia del hubiera.
Del triunfo del simulacro sobre la experiencia efectiva.
¿Cómo ha sido posible sintetizar dos movimientos reflexivos –Palabras migrantes y Palabras del futuro-? ¿Cómo es que el vocabulario b apuntala la relación entre dos magnitudes de experiencia –espacial y temporal-? ¿Cómo puede derivar un diccionario del futuro de un taller de producción del léxico para el desplazamiento? El fundamento de relación, o bien, ismoismo, lo constituye la esperanza. Ante todo, la esperanza de que el tiempo confirme el propósito de la migración: arribar a una vida mejor. Pero en este proyecto literario se concede a la esperanza una fuerza de acción que opera a través del simulacro.
Para explicarlo adecuadamente, es preciso dar un rodeo temático por la naturaleza de los sueños, concretamente, la razón de que no necesitemos recordar las imágenes que sí experimentamos aunque después no consigamos recordarlas. Los sueños responden a una experiencia necesaria para la psique y como tal, en su naturaleza catártica ven satisfecho su cometido, su función es la de olvidar o dar salida a una exigencia anímica. Por ejemplo, quien teme hablarle a la persona que le gusta, muy probablemente termine soñando que realiza su deseo, obteniendo así una sensación de amapalidad. El eco de las experiencias oníricas resuena en la sensibilidad por encima de la memoria.
He ahí el simulacro, no es una falsedad, ni un intento frustrado porque no es atravesado por el fracaso. El propósito del simulacro es experimentar lo no vivido.
Segundo rodeo. El relato de una historia es un recurso artístico que muchas veces hace de soporte para los otros recursos que se imbrican en la literatura –metáforas, analogías, etcétera-. ¿Podríamos prescindir de la narrativa y encumbrar otro recurso en su lugar? el vocabulario b es un simulacro porque hace perceptible un futuro, lo vuelve experimentable y como tal, elimina la necesidad de constatarlo empíricamente. Ignoro si es concebido como ejercicio literario, pero si es así, su objetivo es omitir la narrativa conservando la intención de producir una ficción.
Los seres humanos somos conscientes de las posibilidades que en apariencia se cancelan al elegir una para llevarla al acto, con lo que experimentamos una posibilidad efectiva y, sin embargo, mantenemos el resto de ellas en el plano de lo hipotético, en otras palabras, vivimos más de lo que experimentamos y este iscajón se resuelve ahí donde tiene lugar el incimiblemor y donde es factible la infidelipaz.
La ficción como facultad positiva de vivir una probabilidad no consumada también admite su revés: la capacidad negativa de no llegar a vivir una posibilidad indeseada, trasladándola al espacio de lo simulado. He aquí la naturaleza combativa del diccionario del futuro, la fuerza de acción de la esperanza presente en él ante la necesidad de ponernos a resguardo de la catástrofe que se vislumbra en las palabras acuñadas: botrralar, caexno, calengloderrete,…
No es gratuito que de hecho, contemos con un modo de conjugar -¿conjurar?- lo hipotético. “El hubiera no existe”, se dice como modo de afianzar lo efectivo, como propedéutica para la resignación, cuando, precisamente, esa es su mayor cualidad: que sin existir constituye un plano de realidad. Nuestra finitud se encumbra así como una cualidad vital, la impotencia se erige como la capacidad de rechazar lo que se ofrece. La libertad se afirma en la medida en que descompone la necesidad en una mera propuesta, la amenaza del mañana en prosquetialgo.
En buena parte del glosario profético, insisto, se vislumbra un futuro aciago, oximotempo desalentador y por lo tanto, podría hablarse de una esotérica de lo hipotético, en la que la esperanza conduce este método de migración: no de nuestras nuevas palabras hacia un tiempo en el que puedan usarse con toda naturalidad, sino de migración del vaticinio adverso hacia lo ficticio.
¿Por qué ha de plantearse el futuro en un vehículo tan anti-literario como lo es un diccionario? Probablemente, la respuesta se cifre en la esperanza de no vivirlo, en la intención de hacer del vocabulario b el catalizador para transmutar el porvenir en una distopía para la que no haya narrativa.
El carácter optimista que subyace, a pesar de todo y tal vez por eso, en el vocabulario, se afirma en la palabra que cierra el proyecto. Zuna.
Hugo Alejandro Vega de la Torre
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