Por Seminario #Otrasformasdeexistir
Sesión 4, 22 de septiembre, 2020.
Brenda Anayatzin Ortiz nos convoca al “Retorno a Tlalocan”, esa idea ancestral de un paraíso de #naturaleza y #agua, y al #Xinantécatl o Nevado de Toluca, ese espacio natural #sagrado: un #volcán rodeado de una masa boscosa al poniente de la Ciudad de México. Pero no es un volcán, o no solo. Es también un entramado complejo donde se atraviesan y confrontan aspectos ecológicos, históricos, económicos. Es, nos cuenta Anayatzin, un espacio fértil para ampliar la concepción de la vida y ensayar otras formas de estar vivos y de concebir lo vivo.
Anayatzin nos sitúa en este espacio al convocar también a los #cuerposdeagua a esta reunión: un poquito de agua de la Laguna del Sol, del río de Tlacotepec, del río Lerma, y del Desierto de los Leones. Conectadas hídricamente, las aguas nos acompañan a recorrer una breve cronología de tres momentos que atraviesan la relación de los grupos humanos que han vivido con/alrededor del volcán a lo largo de los siglos.
Antecediendo al primer momento, Anayatzin nos presenta la fotografía nocturna de la compleja morfología del cráter del volcán. Una imagen aérea de la Laguna del Sol, esa agua que ha estado ahí desde que los humanos contamos qué sucede allá arriba. Y de la fotografía nos remontamos al #glifo del Xinantécatl en el #códice Xólotl, una alusión a #Tláloc, el dios mexica de la lluvia. ¿Cómo se da la relación entre los cerros y lo sagrado en Mesoamérica? En honor de los cerros, se festejaba en el mes de octubre. En honor de los cerros, se modelaban figuras de los #tepitocton, encarnaciones de los cerros, con una masa de #amaranto y #maíz. Anayatzin traza un camino: en sociedades que dependen de la agricultura para su subsistencia, brota una relación entre el cerro, las nubes que atrae, la lluvia que genera, los manantiales que emergen de sus faldas, los ríos que forman y el agua que, entonces, nutre a las cosechas. Nos detenemos en la complejidad de los vínculos que nuestros antepasados tejieron entre el agua, los cerros y la vida. Dice Sahagún que los antiguos de esta tierra decían que los montes están llenos de agua, como si fuesen grandes vasos de agua, o como casas llenas de agua. Los vestigios materiales de las ofrendas reiteran esta relación: masas de copal modeladas como montañas, cetros de Tláloc, las caritas de los tlaloques, la ondulación material del agua.
¿Qué es, entonces, el Xinantécatl? Anayatzin relata un segundo momento, que se inaugura en 1936, cuando Lázaro Cárdenas decreta que el Nevado de Toluca será un Parque Nacional como parte de una propuesta para reconocer la importancia hidrológica del volcán y de conservación de la belleza natural de la montaña. Aunque se decide conservar el bosque, este modelo no contempla a lxs habitantes originales de la zona, e incluso, algunas tierras de ejidatarios y comuneros son expropiadas sin indemnización.
Se asoma un tercer momento al hacerse públicos los planes de un centro turístico modelado como un resort europeo en la década de los ochenta. El 6 de octubre del 2013, Enrique Peña Nieto decreta una nueva categoría para el volcán — área natural protegida—, figura a través de la cual se pueden manejar/explotar los recursos que habitan el volcán. Lxs habitantes de las comunidades aledañas, científicxs, organizaciones ciudadanas, salen, siguen saliendo, en defensa del volcán.
Pero el Xinantécatl es un acontecimiento, relata Anayatzin. Y su obra, una serie de tarjetas postales, una maqueta de ollas/cerros y petate/lagunas, podría activarse como el soporte de otros acontecimientos: conversaciones, acompañamientos, un taller portátil, la movilización de afectos con/desde esas comunidades. La obra también permite empalmar la dimensión de lo sagrado con la dimensión de lo geográfico, es decir, una exploración del arte como vehículo para expresar lo sagrado de la vida.
Nos remontamos al territorio maya donde las montañas también son vivas y en donde las pirámides también encarnan la veneración a los montes, ¿no estamos buscando el potencial animista del arte? No sólo representar, sino dar vida y comunicar la vida (CB). Se conjuran también las prácticas narrativas de lxs habitantes del volcán, y cómo ahí, en sus haceres, hay cosas dichas de maneras complejas y particulares.
Es decir, los discursos tienen la capacidad de congelar las posibilidades de ser si no seguimos desenredando y problematizando las categorías. Así, se plantea la pregunta por las figuras de los parques nacionales y los santuarios en relación a las tensiones que genera con las poblaciones locales que excluyen (GF y RC). Se admite que aún si todos estos nombres están en crisis, hay figuras, como la de espacio natural sagrado, que sí contemplan a los custodios de estos espacios, a las poblaciones originarias, y la carga de sacralidad que se guarda en estos sitios. También se habla de Santa Catarina en Nuevo León, de San Salvador Atenco, del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, de las mujeres zapatistas en defensa del agua. Estas luchas son esfuerzos transgeneracionales, resistencias que se avivan y se apagan, guiadas por los tiempos de abajo que obedecen a ciclos orgánicos de vida. En la conversación, emergen otras continuidades agrícolas-hídricas: las figuras modeladas de amaranto y semillas, los ritos de petición de lluvia, las figuras de animales de barro.
Las preguntas abren nuevas preguntas ¿cómo se contrastan dos concepciones del cerro, la casa del agua, la fábrica de agua, para hablar del objeto/acontecimiento cerro? Porque en una casa se vive, hay vida por todas partes, dice Anayatzin, en una fábrica se produce agua que puedo consumir. Otro nombrar: la boca del volcán, los pies, la cabeza, el cerro adentro del cráter es el ombligo: en las lenguas de Mesoamérica, las montañas son cuerpos. Emergen las diferentes maneras de nombrar y de hacer-decir y de hacer-ser al nevado de Toluca (DG), desde luchas no coordinadas, pero sí aglutinadas en torno al agua. Es decir, no todo Tlacotepec está a favor de regresar a la figura de Parque Nacional, ni Atenco es nada más la imagen del Frente y los machetes. Mundos que se superponen a otros mundos en el mismo lugar. Las coyunturas históricas son rupturas del nombrar, pero también de formas de relacionarse con el territorio, de su misma configuración ecosistémica. Es decir, la complejidad de un territorio, de una cosa, o los distintos seres de una cosa, pasa por muchas dimensiones onto-epistemológicas que están vivas. Repeticiones, espaciotiempos en loop, fantasmas que asedian a la nación, a los territorios (MC). Retomando el dibujo de Anayatzin, traemos de vuelta a #UrsulaKLeGuin para ofrecer la imagen final del envase, la olla de barro, donde se guarda la vida (FG). Anayatzin amplía el concepto de envase a lugares insospechados, nos dice, la montaña, el Xinantécatl, la casa del agua, un contenedor de vida que es vivo.
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