Por Pamela Ballesteros
Enero, 2020
“Estamos muy contentas de que hayas podido llegar hasta nuestras montañas.
Y aunque no hayas podido venir, también te saludamos”.
Ha pasado casi un mes desde el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, convocado y organizado por las mujeres zapatistas en el Caracol Torbellino de Nuestras Palabras, Morelia, en Altamirano Chiapas, del 26 al 29 de diciembre de 2019.
Una vez llegando al caracol las choferas nos trasladaban al punto de reunión que fue el Semillero “Huellas del Caminar de la Comandanta Ramona”. El primer día, mientras esperábamos el anuncio de apertura y el programa de actividades, las asistentes que ya estábamos reunidas tendimos un bazar de productos y servicios autónomos dispuestos para la venta solidaria o el trueque: publicaciones independientes, productos ecológicos y artículos de cuidado menstrual, en su mayoría.
A mediodía nos llamaron alrededor del patio central, expectantes de la presencia de las mujeres autoridades zapatistas, milicianas e insurgentas. La voz de la Comandanta Amada nos dio la bienvenida a través de un discurso que despertaba aplausos afligidos por la claridad de sus palabras.
“En todo el mundo siguen asesinando mujeres, las siguen desapareciendo, las siguen violentando, las siguen despreciando”.
La convocatoria, anunciada en septiembre de 2019 a través de su portal Enlace Zapatista (enlacezapatatista.ezln.org.mx), reunió a poco más de 4 mil mujeres de 49 países. Muchas llegaron en colectivo, otras de manera individual y algunas más acompañadas de varones, quienes pudieron permanecer en el caracol para hacer otras actividades cooperativas bajo el entendido de que ahí, en ese momento, únicamente les tocaba acompañar y esperar.
El itinerario en el semillero era simple: amanecíamos temprano, a las seis, siente de la mañana para desayunar y tener el resto del día para participar en los foros, talleres y mesas de conversación en torno al tema central del encuentro: "la violencia contra las mujeres". No hubo programación previa o dispuesta, es decir, cada actividad se convocaba en el margen de la iniciativa de las asistentes.
Desde el primero hasta el último día, el micrófono se mantuvo abierto en el templete principal para las denuncias públicas. Flujo y reflujo de testimonio tras testimonio, violencia tras violencia, dolor tras dolor. La voz fue el hilo que sostuvo nuestra estancia.
Durante la segunda jornada estuve de oyente en una mesa convocada para platicar sobre violencia en la Ciudad de México y el Estado de México. Presentes abogadas, activistas, periodistas y las madres de Norma Dianey García García, Diana Velázquez Florencio y Lesvy Berlín Rivera Osorio, víctimas de feminicidio entre 2017 y 2018. Cada una compartió su caso y enlistó las negligencias en la cadena jurídica que los han dejado irresueltos. Nos hablaron de sus dificultades y los relatos me sacudían, honestamente no había estado tan cerca del desconsuelo y la furia de lo que viven y narran. ¡No estás sola, no estás sola! Respondíamos todas al unísono con el puño en alto.
“Hermana y compañera: tenemos que defendernos.
Y sobre todo tenemos que defendernos organizadas.
Apoyarnos todas.
Protegernos todas.
Defendernos todas.
Y tenemos que empezar YA”.
“Organízate, compañera”, me insistía una de las compañeras zapatistas durante una conversación y hoy me sitúo en el escenario que conozco: la Ciudad de México. ¿Cómo ampliar la organización?, ¿qué liderazgos femeninos me convocan aquí?, ¿cómo nos acompañamos en el embate de las relaciones de poder cotidianas?, ¿cómo mantengo mi autonomía?
Otra de las palabras que más me resuena es autodefensa, ¿cómo acuerparla? La jornada también estuvo abierta a propuestas de resistencia que daban cuenta de estrategias o acciones de cuidado procuradas en Latinoamérica. Durante un círculo sobre "autodefensa feminista", un colectivo chileno expuso que nuestro temor a defendernos viene de creer el entendido patriarcal que nos señala como pasivas o débiles. Entonces, la autodefensa no es inherente de la fuerza física, sino que parte de la recuperación de nuestra decisión, potencia y valentía, que rompa el falso sentido de vulnerabilidad.
Con ello plantearon la defensiva colectiva de descubrir y evidenciar a los agresores fuera de los marcos legales a través de nuestros medios públicos, a la par de tejer redes que documenten y acompañen las denuncias. Este grupo de mujeres nos recuerda que hemos sido nosotras quienes hemos tenido que ejercer el castigo o escarmiento, la palabra que punza desde el movimiento #MeToo, las manifestaciones escandalosas, la rompedera de vidrios, los tendederos de denuncia pública o el escrache en redes sociales; también al dejar de consumir lo que nos violenta o al expulsar de nuestros espacios —privados y sociales— a los agresores identificados.
Mientras la justicia legal oculta y diluye las violencias, la rabia civil las devela.
“Cada vez más asesinadas. Cada vez con más brutalidad. Cada vez con más saña, coraje, envidia y odio. Y cada vez con más impunidad. Nos siguen asesinando y todavía nos piden, nos exigen, nos ordenan que estemos bien portadas”.
Sylvia Marcos menciona que “las formas de concebir lo que podría llamarse su teoría feminista [de las mujeres zapatista] se encuentran arraigadas en sus cuerpos y en la materia que forma un conjunto con la naturaleza. Es teoría hablada, vivida, sentida, bailada, olida, tocada”. Y después de sostener tantas emociones tras la continua sesión de escucha, cada noche nos permitíamos disfrutar con el aquelarre, la cena compartida o el descanso. La autodefensa también se politiza en las tribus afectivas de autocuidado y gozo.
Honro la voluntad de las mujeres zapatistas por invitarnos a sus tierras en las montañas del sureste, en un espacio separatista y autónomo que fue el origen de nuevas perspectivas. Agradezco la oportunidad de acercarme a otros discursos, prácticas y movimientos que se desdoblan y multiplican desde sus localidades y se re-significan en colectivo. Me motivan sus maneras de habitar, pero ahora de vuelta me pesa el ruido social que interviene e insiste en quebrarnos día a día desde sus distintas opresiones.
Quienes asistimos sabemos bien que no fuimos de descanso a olvidarnos de nuestra realidad: 9 feminicidios diarios en México, sino que llegamos a gritar y expresar lo que nos lacera. Ahí importaba poco mi profesión o mi contexto, ahí era mujer que se reflejaba en la otra compañera confirmando que sea cual sea nuestra geografía o calendario, la violencia se empeña en atravesarnos. A saber que este temor e impotencia que sentimos en lo privado lo compartimos con una multitud de mujeres más.
¿Cómo te organizas?, nos pregunta la Comandanta Amada, ¿qué estás haciendo para sobrevivir?
*Fragmentos del discurso de la Comandanta Amada en la inauguración del 2ndo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan. Disponible para consulta aquí: ¹ Sylvia Marcos. Mujeres, indígenas, rebeldes, zapatistas. 2011. Junta de Buen Gobierno del Caracol de Morelia, Chiapas, en junio de 2009 p. 20
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